Agnieska Hernández Díaz
La Habana, julio de 2021.
Se ha escrito mucho y muy bien sobre las manifestaciones en Cuba este 11 de julio, pero los silencios no son constructivos ahora porque, efectivamente, nuestros silencios dejan un vacío que continúa redactándose sin pudor de manera unidireccional y oficialista. Y el pueblo cubano no va a quedar huérfano en sus alegatos.
En cuanto comenzaron las manifestaciones de este 11J, todos escuchamos: “la orden de combate está dada”. Siempre supe que esa orden de combate, en puños de un pueblo radicalmente machista, iba a desencadenar brutalidad, heridos, fracturas, enfrentamientos, balazos, piedras, arbitrariedad, detenidos y patadas. Pues sí. Fue una orden patriarcal y demostró una vez más que tenemos cero tolerancia y que ya es hábito el no aceptar ni una sola idea que cuestione los procedimientos de la Revolución. La orden de combate reactivó la sospecha por decir, pensar, existir y hoy cientos de jóvenes y artistas se convierten en presidiarios después de llevarse a cabo juicios sumarios. La verdad, siento vergüenza de la velocidad de los castigos y de la escasa reflexión de esta Cuba 2021.
La orden de combate no hizo distinción entre el cuerpo pacífico y el cuerpo violento que se manifestaba en las calles vertiginosamente, como una gota de pueblo decidido a desbordarse. Hemos vivido días de extenso fratricidio físico y psicológico, lo cual demuestra que esa orden fue un estado emocional y pueril, una tendencia prepotente que rompe con la promesa televisiva que nos hicieron a lo largo de estos últimos meses, donde hemos estado hablando abiertamente de tolerancia para educar al pueblo, abrazando la cultura de la no violencia de género, la comprensión de la diversidad, la inclusión, el abandono de la violencia doméstica, porque aspiramos a ser un pueblo crecido en sus modales. Pues todo eso se vino abajo este 11J frente a todos los cuerpos que, guste asumirlo o no, son los cuerpos plurales y diversos que conforman la Cuba de hoy. De todos y para todos, como debería ser. No fuimos capaces de resolver el acertijo de la violencia, que siempre tiene una característica muy especial: avisa, da signos de pre-violencia, y antes de golpe es cólera y antes de cólera es impotencia.
La verdad es que me habría gustado más escuchar “es un deber de todos proteger la propiedad social y trataremos a toda costa de preservar la integridad humana”. Me habría gustado más que el gobierno de mi país se comportara como nos comportamos los padres cuando sometemos a nuestros hijos a una larga excursión y nuestros hijos se ponen inquietos porque tiene hambre y sueño. O sueños.
Hay que odiar mucho políticamente a otro cubano para estar hoy en un video tirando jóvenes hacia un camión como si fueran escombros. Y hay que odiar mucho políticamente para estar hoy en un video portando esos palos de marabú, o para descargar odio contra jóvenes menores de 18 años que sólo filmaban la manifestación, o para convertir a un porciento elevado de nuestra juventud en La Generación con Antecedentes Penales. Y hay que tener muy pocas ganas de construir para ser un intelectual brillante y repetir un discurso como un papagayo, sin aportar ni una sola idea decorosa que le vendrían tan bien a la construcción ética de este país. Porque este pueblo se ha declarado martiano, sin respetar muchas veces que cada discurso de José Martí fue único y profundamente humanista.
Sentí mucho dolor cuando logré conectarme a internet tres días después y necesité entrar a diversas publicaciones para poder ampliar perspectivas, más allá de los matones periodísticos que todos los días exponen en nuestra televisión los nombres y las caras de los opositores, uno por uno, haciendo de nuestra Cuba un circo romano. Quo Vadis, Domine?
Ahora que la televisión nacional dedica extensas jornadas a exponer la corrupción política de los jóvenes artistas, siento que en todo esto al único que hay que pedir disculpas honestas es al pueblo de Cuba. Disculpas por millones de razones que podría enumerar cada cubano desde sus experiencias de cuerpo bajo el sol, desde experiencias objetivas hasta subjetivas, desde la burocracia eterna hasta las zonas dudosas de participación y tolerancia, pero no voy a enumerar ninguna razón subjetiva que no sea compartida al 100 porciento por todos los cubanos. Me quedo con una sola razón, vulgar, básica, objetiva desde lo pedestre, elemental y de vida, y ya esta razón por sí sola sirve para comprender por qué tantos cubanos intentaron expresarse en las calles este 11 de julio.
Por segunda vez, en menos de 30 años, la familia cubana ha sido obligada a comprar alimentos para sus hijos en una moneda no salarial. CUC, dólares americanos, transferencias, ahora euros, y se decide el cambio de una a otra moneda, como si los dólares y los euros o las transferencias nos crecieran en los árboles que no hemos sido capaces de cultivar. Se trata de un error y una ofensa a nuestra dignidad, porque no recibimos salarios en dólares americanos y ya vivimos en los años ´90-2000 que la venta de alimentos y necesidades básicas en moneda no salarial trae prostitución y corrupción a nuestras sociedades. Como país, siempre enfrentamos esa prostitución o corrupción, pero nunca hemos sido capaces de erradicar la causa, el tumor primario, porque sólo sabemos incidir sobre la consecuencia.
La venta de comida (el más elemental de todos los derechos), en moneda no salarial, crea estados de dependencia, descontento y mendicidad de remesas, nos lanza al abismo como pueblo, a la venta ilícita, a una inflación de todos los productos posibles y a un terrible desbalance económico que por segunda ocasión nuestro país, con tan baja oferta, no ha podido controlar. La manifestación del 11 de julio es sólo una consecuencia de todo esto y no doy la bienvenida a las manifestaciones violentas ni destructivas. Pero una vez más nos entretenemos en el castigo a la consecuencia, sin que importen el descontento o la causa o ese tumor primario que nos corroe.
Al pueblo cubano hay que escucharlo sin violentarlo porque ha sido la diana de las más inhumanas restricciones norteamericanas y el saco de boxeo de la autosuficiencia del socialismo cubano. Somos un pueblo-bolsa. Somos un hombre que compra. Somos un fogón que nunca se apaga. Somos una familia que resiste y que jamás se ha ido de vacaciones. Ha sido difícil, para el cubano de a pie, construir sueños y aspiraciones. Somos un pueblo de miserias y pobrezas sostenidas en el tiempo, ahora con estados de marginalidad sobre los que es muy difícil edificar sociedades de dignidad plena.
No soy optimista. No vienen días buenos ni fáciles para el pueblo cubano. Aún no hay signos de entendimiento. Muy preocupantes el juego del toma y dame y la puerilidad por parte del Estado. Hoy nos concentramos más en poner un tapón diario en la televisión cubana a cuanta palabra o escrito traza un muchacho cualquiera o un opositor experimentado. En las redes dijeron que hay desparecidos, pues esta misma tarde desmiento a los desaparecidos. En las redes dijeron que hay tortura, pues esta misma tarde desmiento la tortura. Hoy habla un artista, pues esta noche hago gran close-up de ese artista en la televisión cubana y expongo su chat, socializo su vida, o lo saco en un video vestido con la batica de un hospital o en tanga, para que nuestra sociedad lo odie. Funciona muy bien. La sociedad cubana hoy odia. Pero tienes que saber que todo ello lastima la cultura, el humanismo y la ética de esta nación.
Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza y el peligro de convertirnos en especialistas de estas humillaciones. Vergüenza y el peligro de no crecer jamás en modelos cívicos nacionales.
Ya el comunicador del odio pidió en la televisión que colguemos banderas en las casas. Lo pidió durante dos días seguidos y después no volvió a decirlo. ¿Para qué quieres las banderas, comunicador? ¿Para marcarnos? ¿Para dejar claro qué casa sí y qué casa no? ¿Por qué? Puedo poner mi bandera en el balcón. Es hermosa y es un orgullo para mí, pero eso no va a impedir que seamos capaces de pensar. Busquemos lo importante. Todos deberíamos concentrarnos en el próximo paso a seguir. Cada quien, desde el lugar que sabe que va a ocupar en este largo proceso, pues a pensar con madurez y responsabilidad los programas políticos, sociales y de crecimiento económico que serían generosos con este pueblo, porque es el pueblo cubano quien está poniendo el cuerpo para la violencia y los antecedentes penales por cuestiones políticas.
Invito al gobierno cubano a no repetir patrones ni etapas grises del pasado. Detengan, por favor, ese peligroso hastag de revolucionario o contrarrevolucionario que necesitan poner en la cabeza de cada hermano cubano para sentirse provistos de barandas. Escuchen las demandas de este pueblo, revisen con justeza el reordenamiento económico que acaban de hacer en medio de una pandemia, respétense y respeten la piel curtida del pueblo que los ha acompañado por más de 60 años porque es el momento de aprender, de ampliar horizontes que tenemos muy cerrados, y es el momento de asesorarnos de buenas experiencias. Y cuando vayas a repetir la orden de combate, no olvides que ya nació una generación que no busca imitarte sino superarte, no busca inmortalizarte sino humanizarte la autosuficiencia y el vigor machista. Esta vez han cambiado los sueños, la paciencia y los índices de democratización de nuestras esperanzas.